Narváez catorce veces campeón

Huracán arrasador. El rey de los moscas llegó a las catorce defensas con la altura de un grande. En Puerto Madryn, Narváez se metió en la historia del boxeo argentino al derrotar por puntos al mexicano Alejandro Hernández. Monzón, estaría orgulloso…

Se inspiró nomás en la leyenda. Y apoyado en una mezcla de respeto y admiración, el campeón hizo lo suyo. En el Nuevo Palacio Aurinegro, donde la gente no paró de aplaudirlo, se sacó de encima la presión. Y la responsabilidad de un defensa “pesada”.
En la estación catorce de su escalera mundialista, Omar Andrés Narváez brilló en toda su expresión. Le dio a la gente, todo lo que de él se esperaba.
Con la virtud que le dio natura, de anticiparse a todo tiempo boxístico imaginable, el Huracán simplificó con una facilidad extrema. Y a esta altura cuesta encontrarle elogios nuevos. De entrada nomás, copó el ring con una personalidad avasallante, piernas de bailarín y mirada intimidante. La experiencia cortaba el ambiente. Y aunque el mexicano Alejandro Hernández le puso coraje a su aventura, arrancó perdiendo ante la magnitud de un campeón agrandado por el entorno.
De ahí para adelante, todo lo hizo el pequeño titán de Trelew, advirtiendo los puntos débiles, leyendo casi como un psicólogo con guantes, lo que pasaba en la cabeza de su rival.
Ninguna sonrisa regaló el “Payasito”. Narváez no lo dejó amagar siquiera robarle su escenario. Y en pocos minutos de acción, la velocidad del argentino parecía advertir un dominio. Hernández intentó arrimar en distancia y se la jugó pese a todo. En duelo de contragolpeadores, uno tenía que primerear y el azteca asumió un rol sin complejos, yendo al frente y derrochando determinación.
Narváez marcó los tiempos de ataque y de arranque, acertó con anticipos que enrojecieron el rostro del retador, jóven y ambicioso a pesar de ser visitante absoluto. Desde el segundo, el chubutense no salió del centro del ring y desde ahí, pivoteó cada lanzamiento. Sobre todo con la izquierda, empezó a engordar el ojo de la tribuna que hizo del “Huracán, Huracán”, casi un grito de guerra.
Aunque la zurda del mexicano parecía una amenaza, Narváez instaló el pleito en su distancia, descargó combinaciones con puntería y reguló siempre desde una posición dominante.
Hernández quiso tomar las riendas en el cuarto. Y presionó al campeón sobre cuerdas más de una vez cuando éste pareció tomarse un respiro. Pero el protagonismo duró lo mismo que un suspiro porque Omar respondió con golpes desde ángulos variados y mucha cintura.
Promediando el sexto, se imponía la ley del medio punto. El “Payasito” no se dejó llevar y aunque el campeón parecía tener todo bajo control, dejó de lado la estrategia para ir a retarlo en el cuerpo a cuerpo a pesar del susto, promediando el octavo, cuando el argentino lo cruzó abajo y arriba. Hernández pasó a convertirse en rival digno y sobre todo, en prueba superada cuando se escucharon las tarjetas, coincidentes claro. Fernández 119-110; el panameño Afú vio 116-112 y finalmente Torres, sumó 117-111. Más unánime que nunca para firmar la esperada defensa catorce. Campeonísimo Narváez.

Ismael Tebes/Diario Jornada. Fotos: Daniel Feldman.

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