
Jorge (Narváez, por supuesto) fue el primero en subir. Le ganó por puntos a Jonathan Monje (mediano) y se despidió del amateurismo; luego, Mario GP 4 a Julián Vásquez (supergallo) y Daniel GP 8 a Adrián Garzón (mosca). En la de fondo, Omar fue acompañado en el rincón por Marcelo, quien lo entrena en el gimnasio CPC Rancagua de la capital cordobesa, donde el campeón está radicado. El plan de entrenamiento lo idea Omar y hace guantes con sus hermanos, los mismos que cuidó desde chiquitos cuando falleció mamá Beatriz. "Con Omar aprendés todos los días, es el ejemplo del gimnasio", asegura Marcelo, quien fue profesional y peleó con Raúl Balbi.
"La historia es así", relata Mario. "Omar jugaba al fútbol en el club Independiente —delantero hábil, tipo Saviola— y se venía a bañar al gimnasio porque en casa no teníamos agua caliente. Era la excusa. Cuando Marcelo se iba, Omar se ponía los guantes y le daba a la bolsa. Mi hermano mayor no quería que el petiso saliera boxeador, así que se entrenaba a escondidas". ¡Suerte que desobedeciste!Suerte porque el país pudo apreciar a un maestro del ring. Sí, seguro: Márquez (11-3, 4 ko) no suponía una amenaza y no hubo sorpresas. Narváez (25-0-2, 16 ko) se tomó dos rounds para estudiarlo, en el tercero lo humilló con ráfagas de golpes y visteo en el fuego mismo de la corta distancia (intocable) y en el cuarto, chau, dos caídas (la primera tras una fuerte derecha) y una combinación final que obligó al referí (el puertorriqueño Roberto Ramírez) a detenerla a diez segundos del final. ¿La mentada mano izquierda? "Me dolió un poco, sentí algún pinchazo", reconoció. Pero ojo: Narváez se saca de encima a los livianitos y a los pesados (venía de bailar a Asloum en Francia). Es grande por derecho propio, más allá de sus rivales. Salvando grandes distancias, a un tal Joe Louis le pasaba lo mismo.
Por Eduardo Bejuk Enviado especial de Olé.
"La historia es así", relata Mario. "Omar jugaba al fútbol en el club Independiente —delantero hábil, tipo Saviola— y se venía a bañar al gimnasio porque en casa no teníamos agua caliente. Era la excusa. Cuando Marcelo se iba, Omar se ponía los guantes y le daba a la bolsa. Mi hermano mayor no quería que el petiso saliera boxeador, así que se entrenaba a escondidas". ¡Suerte que desobedeciste!Suerte porque el país pudo apreciar a un maestro del ring. Sí, seguro: Márquez (11-3, 4 ko) no suponía una amenaza y no hubo sorpresas. Narváez (25-0-2, 16 ko) se tomó dos rounds para estudiarlo, en el tercero lo humilló con ráfagas de golpes y visteo en el fuego mismo de la corta distancia (intocable) y en el cuarto, chau, dos caídas (la primera tras una fuerte derecha) y una combinación final que obligó al referí (el puertorriqueño Roberto Ramírez) a detenerla a diez segundos del final. ¿La mentada mano izquierda? "Me dolió un poco, sentí algún pinchazo", reconoció. Pero ojo: Narváez se saca de encima a los livianitos y a los pesados (venía de bailar a Asloum en Francia). Es grande por derecho propio, más allá de sus rivales. Salvando grandes distancias, a un tal Joe Louis le pasaba lo mismo.
Por Eduardo Bejuk Enviado especial de Olé.
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