Por Osvaldo Príncipi Para LA NACION
Narváez desplegó su talento y quedó muy cerca del récord
Con un boxeo clásico, fino y seguro, el chubutense Omar Narváez (50,500 kilos) alimentó su sueño de igualar el récord histórico de las 14 defensas mundialistas que alcanzó el santafecino Carlos Monzón, al vencer por nocaut técnico en el comienzo del octavo round al español Iván Pozo (50,500), quien claudicó ante su gente -y un grupo de 40 argentinos-, en el Pabellón Central de Vigo. Narváez, monarca mosca de la OMB, repitió una de sus fórmulas favoritas: hacer simple lo que aparenta ser comprometido. Y lo hizo a la perfección. Aun cuando otorga una notable ventaja física por el estado de sus manos, seriamente lesionadas en los últimos años, el campeón argentino supo cómo anular -mental y técnicamente- a un oponente torpe y fuerte, sin mayores ideas para ganar un título mundial. Con ritmo de exhibición, Narváez demostró cómo se diagrama una victoria en tres tiempos. Primero, al ganar la posición ideal en el ring con el manejo de sus piernas; segundo, dejando que el rival se agotara físicamente ante su improductivo esfuerzo, y tercero, aprovechando el desborde y el desequilibrio en el momento justo. En este caso, en el final del séptimo round. Narváez logró una de las victorias más sencillas, y a su vez completa, de su carrera. Su fuerza interior y su convicción fueron vitales en la gran competencia. Sabe que su máquina de pelea tiene límites, y por eso sólo usa la mano izquierda en los momentos decisivos. Quizá porque entiende que darle otro ritmo de salida sería inutilizarla para siempre. Su veteranía de 32 años y su invicto de 29 peleas le otorgan una madurez creciente que conseguirá, seguramente a corto plazo, equiparar las defensas internacionales de Monzón. Pero Narváez reclama a gritos una Superpelea , popular y pasional, para agigantar su reconocimiento. Algo que trascienda los contornos del boxeo y lo convierta en uno de los atletas de mayor prestigio del país. Si bien Pozo no era considerado una oposición riesgosa, le tendió al argentino una presión ambiental -de público e intereses políticos del pugilismo español- difícil de sostener. Y Narváez no la sintió. Por el contrario: fue complaciente al no ridiculizar a su rival, dominado y vapuleado ante su propia gente. Narváez utilizó en Vigo el mismo principio que aplicó ante Brahim Asloum el año último: llegar a lo épico, como él lo hace, peleando casi sin utilizar a fondo sus manos dañadas, y sin derramar una gota de sangre, alcanzar una hazaña. Como lo es boxear en estas condiciones. El chubutense logró lo que pocos campeones de este milenio pueden conseguir: ser comparados con los héroes del ring del siglo XX. Encendió las polémicas sobre combates virtuales con moscas de oro de otros tiempos, como Pascual Pérez, Horacio Accavallo y Santos Laciar. Con otras formaciones y otras exigencias, en un boxeo más combativo y más puro. Pese a ello, Narváez rompió esos límites. Y hoy está inmerso en lo más alto del presente. Casi con derecho adquirido a ingresar en la gran historia del boxeo nacional.
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3 comentarios:
Desde el Brazil doy las Felisitaciones a nuestro campeón Mundial "Omar Narváez"orgullo de ser Argentino y Chubutense lo mismo que nuestro recordado "Mingo Malvares"abzos a todos..juan.juanitodiaz@yahoo.com.br
aguante narvaez, mingo, y como no el guinca, se extrañan esas clases...
grande juanito un abraso ala distancia pelado montesino
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